El concreto, de recubrimiento a material protagónico

El concreto, de recubrimiento a material protagónico


El concreto es un elemento intrínsecamente ligado al desarrollo de las civilizaciones a través de sus edificaciones. Este material está compuesto por un aglomerante (generalmente cemento), por agua y por partículas agregadas de diferentes tipos. La formulación ha evolucionado durante la historia, y sus aplicaciones han sido diversas, desde monumentos, palacios, residencias, puentes, caminos y, recientemente, mobiliario. La técnica, la tecnología y la experimentación han sido elementos fundamentales para su desarrollo.


El surgimiento de las primeras civilizaciones vino acompañado de la necesidad de construir edificios cada vez más grandes, resistentes e imponentes, con la finalidad de proveer a los habitantes no solo de guarida, sino de símbolos de trascendencia, poder y misticismo. Para esta encomienda se usaron diversos materiales, y, sin duda, uno de los más importantes ha sido el concreto. 

En sus inicios se experimentó con una mezcla entre rocas y minerales triturados combinados con agua, usada para mantener unidas y recubrir estructuras a base de bloques de piedra apilados. Se pueden encontrar vestigios de este primer tipo de concreto en varias culturas antiguas: en la Gran Pirámide de Gizah de los egipcios, en construcciones de la cultura griega, algunos vestigios de los Nabateos de la zona de Siria o en las civilizaciones de Mesoamérica, entre otros.

Indudablemente es destacable la técnica desarrollada años después por los romanos, quienes formularon el “concreto puzolánico”, que incluía rocas volcánicas en su formulación. Este compuesto puede ser equiparable a las características estructurales del concreto actual. Un gran ejemplo de su aplicación fue el Panteón de Agripa. Con la caída del Imperio Romano y con la llegada de la Edad Media vendría un largo periodo de estancamiento en cuanto a su desarrollo, lo mismo sucedió durante el Renacimiento.

A mediados del siglo XVIII en Inglaterra se retomó su uso, se experimentó con nuevas formulaciones y se utilizó en construcciones como la Torre de Londres. Una aplicación destacada fue el faro del acantilado de Edystone, proyecto que requería de un material que resistiera el constante desgaste por el oleaje. Se formuló un concreto hidráulico con muy buenos resultados. Esta obra se construyó en 1759 y su cimentación aún perdura; a partir de ese entonces el concreto y su desarrollo volvieron a la escena. 

En 1824 se patentó una preparación que al día de hoy es el más usado, se le llamó “Concreto Pórtland”, por su parecido con la piedra de la isla Portland. Paralelamente se desarrollaba la tecnología de los hornos rotatorios. Estos dos elementos en conjunto promovieron la producción a gran escala y, por consecuencia, el abastecimiento masivo de este producto en la industria de la construcción.

Algunos años después se introdujo el concreto armado, aquel que refuerza la estructura con varillas metálica ahogadas en la mezcla. Esto aumentaba la resistencia ante esfuerzos de flexión y cortante. La primera patente convincente de este método llegó en 1892.

A partir del siglo XX la producción y el uso se masificó. Se plantearon nuevas soluciones estructurales que dieron origen a nuevos estilos arquitectónicos, geometrías poco convencionales y superficies complejas, jamás creadas anteriormente. Se construyeron los primeros rascacielos y fueron posibles espacios con claros cada vez más amplios. El desarrollo del concreto revolucionó la construcción.

El edificio del Guggenheim NY diseñado por Frank Lloyd Wright experimenta con las posibilidades estructurales y las superficies que se podían generar con el concreto El restaurante Los Manantiales de Félix Candela es un gran ejemplo de las posibilidades constructivas del concreto armado

Brutalismo

En sus orígenes el concreto fue usado principalmente como un material estructural que en la mayoría de los casos se cubría con algún otro acabado para mostrar una textura “terminada”; con la llegada del Movimiento Moderno del siglo XX, el concepto concreto aparente tomó posición, destacando la apariencia y conveniencia del material puro sin necesidad de un recubrimiento adicional.

Inspirado inicialmente por el trabajo de Le Corbusier, el Brutalismo estaba fundamentado en el precepto de la belleza de los materiales puros, su envejecimiento natural y la poca necesidad de mantenimiento. Este concepto permeó no solo en la aplicación de concreto, sino en algunos otros materiales. En las construcciones de carácter brutalista, se incorporaron elementos como escalinatas, barandales, barras, alcorques y cajetes, junto con otros elementos que podrían ser considerados el antecedente directo del mobiliario de concreto.

Muro brutalista de concreto

Mobiliario de concreto

Curiosamente, al indagar en los orígenes de los muebles de concreto, aparece un nombre recurrente dentro del ámbito de los inventores, Thomas Alva Edison, quien de forma un poco tropezada, participó en el surgimiento de estos enseres. 

En 1887 el inventor comenzó un ambicioso proyecto de extracción de acero, que pocos años después fracasaría. Edison decidió entonces que con las máquinas y los recursos del proyecto fallido, incursionaría en esta nueva industria, la del concreto. Con la tecnología y los avances de la época, el también creador del fonógrafo, vio una gran oportunidad de negocio aquí. Propuso hacer casas estandarizadas y de fácil construcción, hechas en gran parte con este material. La propuesta no solo se quedaba en la parte del inmueble, propuso además fabricar otros elementos: bañeras, escaleras, bases, etc. Algunos años después Edison presentó un piano, una consola para fonógrafo y otros muebles fabricados con concreto.

Edison con un modelo de sus casas de concreto

Finalmente se construyeron muy pocas de estas casas, y los muebles solamente se pueden encontrar actualmente en museos y galerías; esta idea tampoco resultó ser exitosa. En su momento se percibió a estos objetos como una solución “pobre”, fue hasta años después que surgieron corrientes teóricas y estéticas que le quitarían esta connotación y permitirían su total aceptación.

De cualquier forma, este experimento asentaría las bases para que unos años después con corrientes como la Bauhaus y el Brutalismo, este mobiliario se convirtiera en una realidad. La resistencia a la intemperie lo vuelve perfecto para su uso en exterior. Su apariencia pesada, fría y dura también pronto fue aprovechada para crear contrastes en espacios interiores. Evidentemente, su dureza no lo hace el material más cómodo y confortable, sin embargo a través de ejercicios de ergonomía y combinación de elementos, este material ha sido desde entonces un  recurso para la fabricación de muebles.

Es así que a partir de mediados del siglo XX el uso en muebles de cocina, bañeras, basamentos, barras, barandales y diferentes piezas de mobiliario urbano en las ciudades del mundo se han hecho algo común.

La tecnología

Con la masificación  vendría la experimentación y las nuevas ideas. Esto detonaría en variaciones que van desde colores y texturas diversas, propiedades estructurales específicas, concretos hidráulicos avanzados, e incluso concreto translúcido.

A finales del siglo XX surge el concreto polimérico que consiste en combinar resinas poliméricas, minerales y fibra de vidrio en diferentes concentraciones. Con esta variación del material puedieron hacerse formas más complejas, con un espesor menor y en ocasiones sin necesidad de  armado.

Otra tecnología que ha aportado en años recientes a esta industria ha sido la impresión 3d. Ha facilitado la materialización de geometrías complejas, con un alto grado de precisión que hace algunos años hubiera sido complicado conseguir. Por otro lado, se ha usado esta tecnología para imprimir directamente casas y mobiliario, usando el concreto como material de aporte.